viernes, 18 de diciembre de 2009

La musa


Toda la habitación es azul brillante... parpadeo y se vuelve pálida y pacifica, pasa por claroscuro y se mezcla de otros tonos, ahora es rojo cálido, apasionada, explosiva, tan expresiva que desborda su propio limite, no puede contenerse y estalla frente a mi rostro como una fuga, imagen tras imagen de recuerdos perdidos en la memoria, todos entonaban una sinfonía diferente pero armonizan como si se tratara de un simple arpa dándome las buenas noches.


Estaba ahí, tras miles de esencias que recorrían mis sentidos, la alegría de vivir dibujaba una sonrisa en mis labios. Sin embargo, tan inmensa sensación no pudo evitarme ver la puertecilla que crecía al lado de la ventada... la habitación es ahora naranja, la puerta de madera me provoca la tentación de girar de la manilla. no pude evitar abrirla.


La habitación se tornó verde y fresca, la abrí lentamente sin esperar más que un monologo de mi locura, para mi sorpresa encontré un sendero lleno de hojas secas y rodeado de esos hermosos arboles color naranja, era ese paisaje otoñal que nunca tuve, el viento soplaba y las hojas hacían figurillas en el aire, si tan solo existiera un aire tan limpio como el que se respiraba... cada vez caían más hojas y aparecían como pequeñas imágenes de todo aquello que nadie quiere recordar y caían otras no tan amargas y otras más un poco más dulces.


Caían caían caían... ya no quería respirar, el aire me asfixiaba tan suave todo tan tenue, de repente grotesco y abstracto y sutil nuevamente...


continué caminando por ese sendero, el sol me abrazaba cada vez más , subo un camino empinado y la brisa desaparece, el calor me sofocaba y repentinamente el viente soplo con tanta ligereza pero con tanta fuerza que mi alrededor creció un remolino de hojas secas, verdes y anaranjadas.


Me dejaron ahí... mareada, perdida, fuera de todo margen provisto de sentido común, mire de reojo a mi alrededor y en cuanto todo se detuvo estaba ahí de nuevo: Otra puerta.


Esta ves era maciza y metálica con una pequeña rendija en vidrio. Estaba apunto de empujarla cuando me percate de que mis pertenencias estaban al lado de la puerta... mire detalladamente a mi alrededor, estaba de pie en una pequeña colina, por más que intentaba mirar atrás mis ojos no alcanzaban a ver más que así mismos... solo existía lo que estaba delante de mi: esa puerta en el aire que no tenia soporte, no tenia pared, no había tras de ella más que la inmensidad blanca


mentiría si dijera que creí estar muerta, sería una falacia que mis palabras describieran un supuesto limbo y luego contaran que volví a la vida, seria peor aún decir que sentí miedo. Al contrario de todo ello, tome mis pertenencias, sentí que sabía lo que estaba ahí, sonreí y me sentí plenamente feliz, empuje la puerta con mi cuerpo algo desequilibrado por el peso de las cosas y ahí estaba, frente a mis ojos lo que tanto añoraba, quise tirar todo al suelo y entregarme al sentimiento eufórico que impide pensar y hablar, entregarme a esa apasionada emoción que solo permite sentir, suspire `profundamente y me contuve como una de tantas veces. Cuando mis palabras iban a dejar de ser opacas y de invernar en mi lecho, cuando iba a terminar con esa maldita espera, cuando por fin le pondría fin a esa ansiedad del demonio que no me dejaba ni un día de mi vida tranquila cuando ya iba a escupir mis palabras en su frente como si yo fuera Pollock y el mi lienzo, cuando por fin la frase saldría en un simple murmullo y unos ojos tristes y sollozantes una partitura resbalo y se instalo frente mis pies baje la vista y vi su titulo, disfrute de su melodía secretamente por unos instantes y me incorpore de nuevo, en ese momento creía tener todo el tiempo y disfrute de ese árbol que se enderezaba como todo un gran señor que cuida de la estilizada escultura que decoraba ese jardín... cuán dulce habia sido ese jardín. Estaba por salir el sollozo cuando me volví y estaba en mi habitación nuevamente, envuelta entre cobijas con la radiante mañana restregándose en mi frente.


Pensé toda la mañana... la misma historia en sus volúmenes I, II y III daban las gracias al cielo por no haber dejado salir tan tremenda verdad. Aún así volví, caí en el agujero estático de la melancolía, en ese mundo del que nadie habla donde las propias palabras dan vuelta tras vuelta en los oídos y de repente quieres encerrarlas como si se tratara de luciérnagas o libélulas, y corres tras ellas para a pagarlas y ellas se ríen en la cara del trance inmundo. Todo gira, gira, gira, gira y llega el punto en el que no escucho nada... el silencio me asusta .


Hay unos pasos que se acercan. El murmullo regreso.


Aparecen otros pasos, se acercan al murmullo y le gritan.


Hay unos terceros, se acercan cautelosos al murmullo y dejan salir un gemido de sorpresa, inmediatamente se desvían hacia los gritos y percibo como se abrazan, o uno abraza al otro... los gritos desaparecieron y los pasos regresaron con el murmullo, pero ahora hay algo diferente, escucho sus pequeños pasos nerviosos y ansiosos moverse de un lado a otro... presiento que están asustados y corren a esconderse sus pequeños pasitos son cada ves más continuos y fuertes.


Un soplo rozo mi espalda, abrí los ojos y de aquella escena que no quise presenciar solo quedaban dos sillas. Una al lado del otro bañadas por la lúgubre habitación ahora color verde azulado con los brochazos de herrumbre y moho que solo los años brindan.


Me acerque harta de vivir la misma situación día tras día. Frente a las sillas aparentemente vacías podía sentir un frío hálito. Busque con la mirada a ver si encontraba al tercero y logre ver a mi ya compañera de amargura: la puerta, me acerque conociendo la dinámica de su esquizofrenico juego pero ante mi poca prisa la puerta se hizo cada vez más chiquita y desapareció.


Un árbol gris empezó a crecer en esa misma esquina, creció y creció con ramas color rosa y frutos cafés, me senté bajo su apacible reposo. ¿Quien era? ¿Que quería? ¿Porque regresaba después de tanto tiempo?


Quise salir una ves más de aquel circulo de confusos recuerdos y voces, quería volver a todo aquello que había construido, a lo común y sin sentido, retomar aquella estabilidad espeluznante hija de mi tristeza incurable. El árbol se deshizo como si me reprochara el ya no querer ser parte de sus andanzas, sus flores se cayeron y se marchitaron en mis manos, se pudrieron del mismo modo en que se pudrían mis deseos por recordar... ¿es tan difícil permitirle a alguien olvidar?


Mis manos temblaban, el aire era pesado y cortante... de un momento a otro las sillas me asutaban, no quería tenerlas cerca buscaba en que ocuparme pero la nada se tragaba mis intenciones. ¿porque los pasos no regresaban? Deseaba que volvieran y se transformaran en arrullo de medio noche, no me quedo más que conciliar el sueño esperando su regreso... No quiso volver la musa.


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